Don Juan:
Usted pide que lo entiendan, su hijo está preso, pero no, no lo entiendo.
No entiendo que un niño de 15 años ande en la calle solo en la noche, ni mucho menos que ande con un cuchillo en la mochila, pero lo que menos entiendo y, definitivamente, no entenderé, es el miedo con que anda la gente en la calle, en el auto, en la oficina y en su casa.
Y ese miedo que tiene su hijo, don Juan, es culpa de usted, de usted y su señora, no es del gobierno que avala la delincuencia, no de los jueces que hacen girar la famosa puerta, quizá, sí de los medios, que nos muestran los escandalosos índices de inseguridad que siente la gente, pero no nos explican que es una inseguridad infundad, pero, por sobre todo, es su culpa, por transmitirle ese miedo a su hijo.
Además, también es su culpa por el acto de asquerosa discriminación que cometió (que es lo que más me enfurece), discriminación que aprendió de su familia: el modelo de persona clarita, con apellido conocido, de buen colegio, buen barrio, buen auto y buenas juntas, en el que pocos encajan. Ese modelo lo llevó a pensar que este cabro morocho, con "algo" en la mano, le quería hacer daño.
Obviamente nadie podría decir que fue un acto de legítima defensa, sería tirado de las mechas, pero está claro que su hijo en ese minuto lo pensó (es él o yo) y actó según ese pensamiento (lamentablemente, fue él, y no ese yo): esto también lo aprendió en su casa.
Sr. Nieto, sorry, no me pida que lo comprenda, hoy en día, 8 de cada 10 presos son hijos de delincuentes, y ¿sabe?: ellos también lo aprendieron es su casa.