sábado, 14 de febrero de 2015

María Sinforina Hernández De la Fuente

Hace ya poco más de 4 años, me tocó escribir algo parecido... el día anterior había sido el funeral de la abuela Cecilia y quería dedicarle alguasn palabras. Hoy me toca repetir la historia, pero con mi abuela paterna, cerrando así el ciclo de mis abuelos, hoy, podría decirse, quedo "huerfabuela", y siento que se va mi infancia. Aunque sigo pensando que tengo suerte, poder despedir a mi abuela de 99 años, teniendo 34, es un gusto que pocos podemos darnos.

Pero estoy triste, y tengo ganas de llorar, o de reirme con los recuerdos y pensar en tooodo lo que viví con ella, de los domingos haciendo empanadas tempranito para la familia, de nuestros (mis) inventos desastrozos en la cocina (que luego ella tenía que limpiar), de las tortillas de fideos, de las partidas de carioca (con y sin trampa), de sus visitas a nuestras vacaciones en Concon y de nuestras visitas a su casa en Los Lleuques, de bañarme los veranos en la batea de la ropa y jugar con sus pañuelos (¿o jugaba con los pañuelos de la abuela cecilia?), de los desayunos en su cama, servidos por el abuelo, del quesillo con miel y los cuentos... sobretodo el del pingüino que se venía con Javierita desde la antártica en un avión de Lan (mi hermana recuerda mal este cuento, jura de guata que la protagonista se llamaba Ignacita, pero seguro está equivocada), porque, obvio, en esa época Ladeco y Lan viajaban todos los días a la antártica para llevar a los escolares que se portaban bien a conocerla; los paseos al Almac de Plaza Egaña, el carro de la feria, y los paseos a comprar helados panda, ¡y los paseos a la modista en Seminario! (y la modista que me regalaba trocitos de telas tejidas para hacerle ropa a la Barbie); y, obvio, los paseos en bicicleta, primero, con rueditas traseras y luego sin rueditas traseras (y mi abuelo paseando con destornillador para fijarlas cada vez que se me soltaban), ¡y la navidad que pasó el viejito pascuero volando arriba de la casa!, muchas navidades, todas las navidades con pavo, ufff... y tantas, tantas cosas más.

Y vuelvo a pensar en eso de que, al morir las abuelas, muere una forma de ser que ya no existe, o existe cada día, con mujeres (contra todo pronóstico) estudiando en la U, para luego dedicarse una vida al trabajo y la cría de cabros chicos que hoy son mi papá y mis tías... Una forma de ser que, a fuerza del tiempo, tuvo que cambiar y decir "yo, antes, pensaba que las parejas sólo podían vivir juntas si estaban casadas... ahora pienso que es mejor que vivan un tiempo sin casarse, para ver cómo va la cosa, antes de decidirse", y pienso en todo lo que le habrá costado y dolido cambiar; esa forma de ser que podría decirse pionera en el país.

Releyendo lo que escribí el 2010, me quedo con la frase "conversaciones sobre la vida antigua, recuerdos de ella que hoy son recuerdos míos", recuerdos como el de haber viajado en tren desde Santiago, para el terremoto de Chillán, y haberse tenido que bajar, porque las líneas estaban echas pedazos, y caminar hasta llegar para ver todo en el suelo, incluso la casa de su familia... para luego ver una casuchita armada con escombros al final del patio y esperar hasta que llegó alguien (que ahora no recuerdo quién era) a decirle que su familia se había trasladado al campo y que estaban todos bien!

Dentro de las cosas que me enseñó mi abuela, puedo contar la tortilla de fideos y a tejer a crochet, la alumna salió medio burra con el tejido (al final se dio por vencida y me hizo ella el bikini de hilo), pero con haaarto esfuerzo logré aprender a hacer bolsos (mi especialidad) y otras cosas, enseñanzas que hoy atesoro no por lo útil, si no por el tiempo que pasé con ella.

No recuerdo cuándo fue la última vez que visité a mi abuela, y eso me apena, pero el último tiempo había estado tan "perdida" que pensaba que si iba a visitarla, sería más para darme el gustito yo y angustiarla a ella; lo que sí recuerdo, que la última vez que la vi fue en la casa de mi tía y se veía tan pequeña, apagada y sin fuerza, que ahora pienso, esté o donde esté, con mi abuelo, mi tío y sus hermanos y papás (o no esté en ningún lado, porque la vida se acaba y se acaba), seguro que es mejor que ayer o unos días atrás, porque la pena se queda con uno y el alivio se va con el que se va...

El martes mi tía me dijo que la abuela estaba mal, que le avisara a mis primos; mi papá viajó anoche a verla, alcanzó a llegar antes de que muriera, y ya mañana es el funeral, aún estamos esperando para saber cuándo será la cremación y podremos tirar las cenizas al mar... Pienso que mi abuela, en su eficiencia y organización, creyó más oportuno irse rapidito, para que todos pudieran viajar a despedirla un domingo, y así no incomodar con viajes de mitad de semana. Qué loquilla, da lo mismo el día, para ella, siempre estará el tiempo para ir a decirle chao como se lo merece.

*Actualización 1: Ayer en el funeral, recordé de la vez que JP prefirió no acompañarme a verla, porque como estaba medio desorientada, quizá la incomodaba ver a alguien que no reconocía... y al entrar, lo primero que me pregunta es: ¿y dónde está JP?, fue bien cómico.

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