A modo de introducción, debo explicar que cuando estaba de lo más afanada escribiendo mi memoria, me preocupaba qué pondría en la parte de agradecimientos, pensé que mejor no le agradecía a nadie, pero sutilmente me explicaron que eso sería muy feo, y como yo, por nada del mundo quiero ser fea ni mal agradecida, me metí de lleno a escribir los mejores agradecimientos de los que se tenga memoria en la escuela de Química y Farmacia de la Universidad de Chile (¿Suficiente de autorreferecia?), pero a la hora de los quiubos me vino el organismo represor que todos llevamos dentro, y preferí moderarme... Pero ante tanta creatividad derramada, y tanto tiempo malgastado, no quería yo que mis más agradecidos agradecimientos pasaran por la vida sin más gloria que mi notebook, y por eso hoy los subo a mi blog, que finalmente es mio, y puedo escribir lo que estime conveniente:
Quiero agradecer a mi mamá, a mi papá, a mis hermanos grandes (que no son más grandes que yo, pero son grandes), a mis hermanos chicos (que sí son más chicos), a mi nana, a mis abuelas y abuelos, a mi bisabuela, a mis padrinos, a mis tíos y a mis primos, agradecer a mis profesoras y profesores del colegio, a mis compañeros, a los que fueron mis amigos y a los que no lo fueron, a mis profesoras y profesoras de la universidad, especialmente a quienes me repetí más de una vez, por no estudiar cuando correspondía, a mis compañeros de universidad, a mis amigas y amigos de la U, a los amigos que hice en scout, en el grupo de teatro, en La Serena y en Los Lleuques, también a los amigos que hice en Chillán, Concepción y Mendoza, a los vecinos que fueron mis amigos, y que por esas cosas de la vida dejé de ver; quiero agradecer a los amigos de mis amigos, que ahora también son mis amigos, a Willy y a Fefa, las tortugas que vivieron y murieron juntas, a los perritos y pajaritos que quise tener de mascota, pero nos los tuve porque siempre viví en departamento, pero que aún sin tenerlos ni conocerlos, me enseñaron a respetarlos y quererlos, a el Mercurio, La Tercera y Crónica por enseñarme lo que es una verdadera noticia, a National Geographic, Paula y Revista Barbie por divertirme y culturizarme, a Paulo Coelo, por enseñarme lo que es un mal libro, a Isabel Allende, que me enseñó que un libro malo, igual me puede gustar, a Mario Puzzo, a Nick Hornby, a Andrés Oppenheimer y Julio Verne, junto con tantos otros “amigos” con quienes perdí el tiempo en vez de estar estudiando, a Mc Donald’s y Burguer King, por alimentarme correctamente en estos muchos años de estudio, y a Germán por alimentarme mejor durante la práctica; a las personas con quienes compartí mi práctica en las farmacias El León, con quienes pasé un muy entretenido verano y el único cumpleaños que trabajé hasta ahora, a la gente del recetario magistral de farmacias Ahumada, con quienes realicé otra práctica voluntaria, a las personas de Dermik, que hicieron que mi práctica prolongada fuera la mejor de todas. Y quiero agradecer muy especialmente a mi amorochote, con quien soy muy, muy feliz.
Podría agradecer aún más, soy una persona muy agradecida, pero tampoco la idea es latear a quien lea mi memoria (¿alguien la va a leer?); si alguien se siente ofendido por no nombrarlo, no dude en decírmelo, que yo sabré cómo compensarlo (no piense mal, me refiero a incluirlo en los agradecimientos de algún futuro libro o en la reedición de esta memoria)
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